A pesar de negarnos a aceptar la existencia de conocimientos accidentales debido a la necesidad de llevar las experiencias hasta el plano de la conciencia; debemos admitir que existen conocimientos banales. La cotidianeidad está bordeada por saberes insustanciales que merodean constantemente y que distraen la actividad intelectual reflexiva, a tal grado que llegan a convertirse en referencias incuestionables y dogmáticas. Estos han existido a través del tiempo y se mantienen gracias a la falta de actitud inquisitiva ante lo que se escucha o lo que se lee, aceptando todo como verdades absolutas. Afortunadamente la curiosidad humana nos lleva de la mano a descubrir, mediante la observación y la exploración, nuevos conocimientos, considerados por Martínez[1] como entes con características propias como la posibilidad de ser verificables y metódicos dentro de un encuadre idiográfico.
El conocimiento científico es un cuerpo de ideas producidas por el mismo hombre, con toda la…
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