Qué acostumbrados estamos de ver a las niñas cuidando de muñecas, de bebés de plástico, empujando pequeños carros o dando de comer a seres de trapo que poco alimento necesitan. Lo vemos por la calle, en casa de personas con niñas, en la televisión, en los anuncios de juguetes. Esas niñas que aprenden a ser mamás, a ser cuidadoras, a estar al servicio de otro ser vivo en lugar de desarrollar su imaginación, aprender oficios remunerados o simplemente, dejarse llevar por sus gustos personales.
Ese terreno está vetado a las niñas. Al menos a priori. Los padres y madres ven bien que la niña pida muñecas pero no lo tienen tan claro con otros juguetes que no han sido diseñados para desarrollar su verdadero yo: el de futura madre y esposa. Esos juguetes que dan rienda suelta a su personalidad son peligrosos porque puede que se salgan del redil y…
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