El niño hipersensible que crece con límites poco definidos se ve invadido automáticamente por algo extremadamente desagradable relacionado con una violencia real o con una amenaza, o quizás con el temor de una violencia aún más peligrosa: la psicológica, como verse privado de afecto, ignorado o denigrado. Experiencias de este tipo dejan en el niño impresiones imborrables. En los que son hipersensibles, que habitualmente no son los favoritos en el «parque infantil» de la vida donde el más fuerte es el amo, las consecuencias son aún peores. Se ven privados de lo que quizás es su último sostén. Por tanto, resulta comprensible que de mayores no quieran oír hablar de límites. Están firmemente decididos a no repetir lo que les hicieron sus padres a ellos y, en consecuencia, a menudo se muestran aún más tolerantes y condescendientes. Y cargados de buenas intenciones, suelen ir más allá de su propias fuerzas…
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